Carlos M. Padrón
Creo que está claro que la computadora no es más que una máquina, pero ¿es inteligente? No falta quien afirme que sí, que algunas computadoras de hoy son inteligentes, como las que han sido concebidas y preparadas para jugar ajedrez, pues, se dice, el juego ciencia requiere de mucho cacumen.
Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), inteligencia es “la capacidad de entender o comprender”, una definición mayormente etimológica. La enciclopedia Durvan, en su carácter de tal, profundiza más en el concepto y define inteligencia como “la capacidad general que posee el individuo de ajustar conscientemente su pensamiento a nuevas exigencias”, definición en la que destacan dos conceptos clave que debemos recordar: consciencia y pensamiento.
Acerca de algunos concursantes de cierto programa de TV, muy popular en estos días, que contestaron correctamente muchas de las preguntas que en tal programa les hicieron, he oído decir que son muy inteligentes. ¿Por qué, si más que muestras de inteligencia han dado muestras de una gran memoria? Salvo excepciones, ellos buscaron y encontraron en su muy buena memoria la respuesta correcta.
Esto pone de manifiesto la tenue línea divisoria entre memoria e inteligencia, conceptos que, como en el caso de estos concursantes, mucha gente confunde. Veamos un ejemplo.
El reconocido y archifamoso campeón mundial de ajedrez, el ruso Kasparov, aceptó jugar contra una computadora cuyos “padres”, los científicos que la diseñaron y prepararon, le dieron el nombre de Deep Blue. No creo que nadie dude de que Kasparov es un hombre muy inteligente, pero Deep Blue le ganó la partida. Podríamos entonces deducir que Deep Blue, una computadora, no sólo es inteligente sino que lo es más que Kasparov.
Pero analicemos. Los “padres” de Deep Blue fueron básicamente de tres tipos, a saber:
1) Ingenieros especialistas en diseño de computadoras
2) Maestros ajedrecistas conocedores de ese juego y de su evolución histórica
3) Ingenieros especialistas en bases de datos y programación de computadoras
Los primeros dotaron a Deep Blue de una enorme capacidad de memoria y fantástica velocidad de procesamiento; los segundos seleccionaron decenas de miles de jugadas —acompañadas del estilo de quienes las ejecutaron, de los movimientos precedentes y posteriores, y del resultado obtenido— que en su momento fueron hechas, con excelentes resultados, por reputados maestros del ajedrez; y los terceros cargaron estas jugadas en la memoria de la computadora y, con las indicaciones del grupo 2, la programaron para que pudiera hacer el mejor uso de ellas.
Durante la famosa partida, cuando Kasparov hacía un movimiento, la computadora buscaba en su memoria qué jugada de respuesta habían hecho en su momento a un movimiento igual diferentes maestros, y cuál había sido el resultado de cada una dentro del estilo de juego que Kasparov había escogido.
Analizaba el resultado de cada una de esas jugadas y ejecutaba la que, según ese análisis, podría resultar más exitosa. Kasparov movía de nuevo, y Deep Blue repetía el procedimiento. Y así, para asombro de muchos, la computadora ganó la partida.
¿Ganó porque era inteligente, o hasta más inteligente que Kasparov? No. Ganó porque disponía de una enorme cantidad de información (el hombre se la dio), de un rápido acceso a ella (el hombre se lo dio), y de unos programas (el hombre se los dio) que le permitieron hacer millones de comparaciones en el marco de un proceso de lógica comparativa que fríamente le indicaba, de entre miles y miles de posibles jugadas, la que debía efectuar.
En cambio, Kasparov se puso nervioso, lo cual lo perjudicó, pero de seguro la computadora no se alteró en lo más mínimo, pues ni supo que estaba jugando una histórica partida de ajedrez, ni supo que competía contra un humano. No es consciente, no piensa ni tiene emociones.
Al final de la partida, Kasparov —quien, además de inteligente, es famoso por arrogante y por no saber perder, pues pocas veces ha probado el sabor de la derrota— se levantó muy molesto y puso una queja arguyendo que Deep Blue había sido ayudada por un maestro ajedrecista humano, lo cual negaron de plano los “padres” de Deep Blue y los promotores de la famosa partida de ajedrez.
Pero tal vez Kasparov tenía razón, porque, siendo como es un maestro genial del ajedrez y suponiendo cómo había sido programada Deep Blue, él había jugado usando el cambio sorpresivo de estilo (o sea, haciendo movimientos que pertenecían todos a un estilo conocido —digamos que el estilo A— y cambiando sorpresivamente a movimientos del estilo C que, supuso él, la computadora no podía tener asociados al estilo A.
Y, sin embargo, la computadora reaccionó como si supiera que la nueva jugada era del estilo C y no del A, y la analizó dentro del marco del C. Esto, según Kasparov, sólo podía hacerlo un humano.
Pero con o sin ayudante oculto, el trabajo de Deep Blue se basó en recursos que el hombre le dio: velocidad, análisis comparativo, y, sobre todo, memoria. ¿Podría decirse que por esto es inteligente? Personalmente creo que no.
No es consciente ni piensa; es una máquina que sólo sigue instrucciones.
