Carlos M. Padrón
Se ha repetido muchas veces —y yo lo he hecho también— que la computadora fue diseñada y hecha a imagen del hombre: cerebro, sentidos de diferente tipo, y capacidad de lógica comparativa, que se corresponden con CPU, unidades de I/O, .. y también capacidad de lógica comparativa. Pero, sin embargo, hay dos importantes áreas en que la correspondencia o es limitada o, simplemente, no es posible. Hoy nos ocuparemos de la primera de esas dos áreas..
Una de las grandes diferencias entre computadora y hombre está en el modo de operación. Las computadoras son digitales y operan con los dígitos que conforman el sistema binario. El hombre es, por naturaleza, analógico, y en algún momento inventó los números y luego los sistemas basados en ellos.
Los relojes de pulsera podrían servirnos como ejemplo. Básicamente, y haciendo salvedad de variantes un tanto frívolas que descuidan la función utilitaria de este valioso instrumento, hay dos tipos:
a) los que tienen dos agujas que se mueven sobre un dial marcado con las horas, desde la 1 hasta las 12; y,
b) los que en el dial muestran sólo los números dígitos correspondientes a la hora, p.ej., 04:24.
Los relojes tipo “a” son analógicos porque para determinar la hora que indican tenemos que establecer una analogía entre las marcas del dial y la posición que con respecto a ellas ocupan las dos agujas, Los tipo “b” son digitales, pues el determinar la hora no requiere de analogía alguna: sólo leer 04:24 que es la forma en que diríamos la hora al interpretarla en un reloj analógico.
¿Cuál de los dos sistemas es más difícil? Obviamente, el analógico; si no lo creen así, traten de enseñar a un niño a leer un reloj de ese tipo. El sistema analógico requiere de la aplicación de un proceso lógico y comparativo que, en muchos casos, incluye más factores que los que se notan a primera vista, pues en el caso del reloj analógico debemos determinar si las 4 y 24 son de la madrugada o de la tarde. El digital no nos obliga a esto, pues indica am o pm, según sea el caso, o, mejor aún, usa la notación de 24 horas, y para las 4 y 24 de la madrugada indica 04:24, y para las 4 y 24 de la tarde indica 16:24.
Al lenguaje escrito, como tal, se le considera una tecnología. Una tecnología que, usando diferentes métodos (p.e., gramática) y símbolos (caracteres, como las letras o los ideogramas) permite representar valores numéricos, expresar ideas, comunicar sentimientos, describir un mundo real, crear mundos de ficción, etc.
Esa tecnología es en sí un medio que la computadora usa solamente para la primera de las representaciones antes listadas, o sea, para representar valores numéricos. De ahí que su lenguaje, tanto para la lectura como para el proceso y la escritura, sea de base binaria, que luego, por medio de programas traductores, puede convertirse a las letras y números de nuestro sistema de escritura, o del sistema cirílico, o del griego, el mandarín, etc.
Por tanto, si la computadora tiene que darnos la hora 04:24 pm a través de, p.ej., una impresora, le es mucho más fácil escribir 16:24 que convertir ese valor numérico a una versión analógica que nos muestre el dial del reloj, la posición que sobre él deben tener las agujas, y, además, añadir las siglas “pm”.
Esta limitación no quiere decir que la Ciencia no continúe haciendo esfuerzos por dar a la computadora capacidades analógicas. Un primer paso, y logro embrionario en ese sentido, lo representan las bases de datos relacionales o asociativas que, como ya hemos dicho, funcionan asociando eventos, no relacionando datos como, p.ej., un nombre con un número, que es el caso de esa base de datos tan común que llamamos guía telefónica.
Pero aún en el caso de aquellas bases de datos, la información almacenada en ellas lo está en forma digital, y el hombre no almacena información en esa forma.
El recuerdo que guardo de la sonrisa de mi nieta no es digital, y menos lo es el sentimiento que tal recuerdo me causa. Es más, cuando hablamos por teléfono con alguien que está al otro lado del océano, le preguntamos qué hora es en la ciudad donde está, y nos dice, p.ej., que son las 6 y cuarto de la tarde, eso desencadena en nosotros una secuencia de imágenes y hasta sentimientos, pues tal vez recreemos en nuestra mente la imagen de un reloj analógico con sus agujas en la posición de las 06:15 pero, como se trata de la tarde, es posible que nos imaginemos la luz mortecina, típica del atardecer, que en ese momento podría haber allá donde está nuestro interlocutor.
Y si nosotros estuvimos allí alguna vez y nos ocurrió algo sobre esa hora, es casi seguro que, queramos o no, se activarán los recuerdos y sentimientos asociados con ese algo.
No nos limitamos a centrarnos, como sí lo hace una máquina, en la imagen —fría, escueta, y sin implicación ni consecuencia alguna— de los números 18:15, pues no somos una máquina; la computadora sí lo es.
