05-12-2006
Carlos M. Padrón
Las más de las casas de El Paso de los años 50 tenían cocina, comedor, sala y uno o varios dormitorios. Y aparte, patio de por medio las más de las veces, estaban el pajero (pajar o alprende, para ganado caballar y vacuno), la despensa o bodega y, al borde de la siempre presente huerta, el retrete, que no era más que un pequeño cubículo —tal vez ligeramente mayor que el baño de los aviones de hoy— techado, con puerta y cerradura, y que tenía adosado a una sus paredes una especie de banco hecho en cemento en cuyo centro había un hueco —a veces con tapa de madera, a veces sin ella— que daba directamente al pozo séptico excavado casi siempre en la huerta de la casa.
Sobre ese hueco sentaba sus posaderas el mortal que quisiera hacer sus necesidades biológicas, y el producto de ellas caía, a través del hueco, directamente en el pozo séptico. Cuando éste se llenaba, si los hombres de la casa no ponían manos a la obra, entraba en funciones el tan denostado limpiarretretes que, por un precio fijado después de medir con una larga vara la profundidad del pozo, se daba a la poco agradable y muy “olorosa” tarea de vaciarlo para que pudiera usarse de nuevo. Nunca supe donde iba a parar lo que sacaban del pozo.
En una casa de tales características vivían Doña Lola, su esposo y la hija de ambos, Lolita, una muchacha bien parecida que cayó en la mira de Roberto, tipo que en El Paso tenía fama de tenorio y de haber dicho que nunca se casaría sin haber “probado” antes a su futura mujer.
Por esto, en cuanto doña Lola supo que Roberto cortejaba a su hija, y que ella mostraba interés en él, prendió sus alarmas y activó sus antenas, le montó a su hija un estrecho marcaje, y declaró públicamente que la condición matrimonial tan cacareada por Roberto se cumpliría tal vez con otra, pero con su hija no, pues ésta se casaría virgen.
Así que, como perro policía, acompañaba a la pareja a todos lados: bodas, bautizos, bailes, procesiones, peladas de almendras, etc. Dondequiera que fuera Lolita, ahí iba también doña Lola, no fuera a ser que, si no iba, Roberto se acercara a Lolita y ocurriera la tan temida desgracia.
El marcaje era tan estricto que la gente del pueblo se basó en él para gastarle bromas a Roberto. Tantas fueron que éste declaró que doña Lola podría hacer lo que quisiera, pero que él mantenía su decisión de “probar” antes de casarse. Enterada doña Lola de tal declaración, extremó aún más su ya implacable marcaje.
Y así las cosas, un día el pueblo se sorprendió cuando en la misa mayor fueron leídas las amonestaciones para el matrimonio de Roberto y Lolita. A la salida de la misa las bromas hacia Roberto no se hicieron esperar, acusándolo de que había tenido que claudicar y aceptar las condiciones de doña Lola. Él se limitaba a sonreír y a callar.
Por fin se casaron y, en la celebración que siguió, la persona más oronda y feliz fue doña Lola, que no podía ocultar la gran satisfacción que sentía por haberle ganado la partida al para ella jactancioso y ahora derrotado Roberto, su ya flamante y humillado yerno.
Pero como se dice, y con razón, que la lengua es el castigo del cuerpo, doña Lola por poco muere de infarto cuando el vientre de Lolita lucía demasiado abultado para sólo tres meses de embarazo, que era lo que había transcurrido desde el día de la boda. Y el infarto casi se materializa cuando a los seis meses de la boda Lolita dio a luz un bebé perfectamente normal.
Entonces las bromas de los del pueblo cambiaron de destino, pues ahora iban dirigidas a doña Lola,… mientras Roberto acentuaba su sonrisa y mantenía su silencio.
¿Qué había pasado? Lolita terminó confesándolo porque, se supone, le dolió mucho la desconfianza y el cruel y humillante marcaje a que su madre la había sometido durante el noviazgo.
Una noche habían ido los tres a un baile en el Teatro Monterrey, donde las madres como doña Lola tomaban posiciones en los palcos para, desde arriba, mantener control visual sobre sus hijas y observar si se dejaban apretar por sus parejas de baile, si no le ponían la “retranca” (el brazo izquierdo cruzado sobre el pecho de él para poder apartarlo si pretendía acercarla demasiado), si se mostraban muy complacientes en cuanto a sonrisas, miradas pícaras, etc.
Terminado el baile, ya tarde en la noche, pusieron rumbo a la casa de doña Lola. Al llegar a ella, Roberto dijo adiós —nada de besitos, ni abracitos ni arrumacos similares—, se despidió de Lolita, siempre bajo la mirada alerta de doña Lola, y ambas entraron a la casa cuando él se hubo marchado, y se acostaron.
Pasada una hora, Lolita despertó a su madre y le pidió que la acompañara al retrete porque algo que había comido en el baile —le dijo— le había hecho daño y tenía urgencia de hacer una necesidad mayor, y, dada la hora y la oscuridad reinante, le daba miedo salir sola. Doña Lola, arropada con su toca, se paró en la puerta de la cocina, a escasos 5 ó 6 metros del retrete, mientras su hija entraba en él, cerraba la puerta y la trancaba.
Lolita salió unos 15 minutos después, entró a la casa y ambas volvieron a la cama,…. Y doña Lola nunca sospechó que dentro del retrete estaba escondido Roberto que, en previo acuerdo con su novia, dio fiel cumplimiento a su promesa de “probar” antes de casarse.
Lo peor para doña Lola fue que todo había ocurrido a escasos metros de sus narices, estando ella supuestamente vigilando, y con la complicidad de su hija, la misma que, según había declarado doña Lola, se casaría virgen.
Dejo a la imaginación del lector la reacción que la gente del pueblo tuvo hacia doña Lola cuando se hizo pública la trampa en que ella había caído.
Y, de camino, pido que alguien me explique, si lo sabe. por qué esta clase de polvos ilegales, clandestinos o de estraperlo, producen siempre embarazos y, sin embargo, otros que se dan dentro del más estricto marco «moral, decoroso y legal» no arrojan resultados,… y por eso mis dos hijas se hicieron esperar tantos años.
En casos así, tan apegados a la «santa» ley, y a pesar del dictamen médico de que todo esta bien al 100%, y además de la ristra de espermatocopias, espermocultivos, y conteo de espermatozoides —con recolección de muestras a puro estímulo imaginativo, sin ni siquiera una ayudita visual (de haber sido hoy podría haber contado con ayuda auditiva a través del celular), lidiando con enfermeras cursis y mojigatas que se sonrojaban al entregar el frasquito vacío, y casi se desmayaban al recibirlo con el preciado líquido—, uno pasa años teniendo que interrumpir hasta reuniones clave con clientes, para regresar corriendo a la casa, a media mañana o media tarde, porque una llamada telefónica le informa de que “la temperatura alcanzó el punto óptimo” y, con o sin ganas, tiene que hacer el amor.
Bajo este régimen, se hace en la playa y en el monte, en diferentes posiciones, a horas diferentes, con fases de Luna diferentes, en ambientes diferentes, en países diferentes, ,… y no hay forma ni manera de que el resultado sea el tan deseado embarazo.
Bueno, debo aclarar que la mujer no era diferente, sino siempre la misma,…
