[*FP}– Cuatro frases que hicieron mella

Carlos M. Padrón

A lo largo de mi vida, diferentes personas me han dedicado, en diferentes épocas, algunas frases que me hicieron mella ya sea por proféticas, por reveladoras de facetas de mi carácter en las que yo no había reparado, o por algún otro motivo.

======

*1*

En El Paso, allá por las años 50, en la vía entre la academia y mi casa había tres tabaqueros (o torcedores de tabaco, los que hacían a mano cigarros puros) que trabajaban en la casa de habitación de uno de ellos.

Al final de las labores del campo, algunos hombres ya mayores los visitaban en las tardes para hacerles compañía, echar cuentos, comentar chismes o hechos reales, etc. Y algunas de esas tardes, al final de las clases y en camino a mi casa, solía yo entrar a pasar un rato con el grupo, y allí me tiraban de la lengua para saber de mis preferencias en materia femenina: qué muchachas me llamaban la atención, cuáles no y por qué, etc.

Entre los tabaqueros había uno más intelectual que el resto y que cuando decía algo lo hacía con la solemnidad de un oráculo. Y fue éste el que una de esas tardes en que yo conté sobre las muchachas que me gustaban y las que no, sin levantar la vista del cigarro puro al que en ese momento le ponía capa, me dijo:

“Carlos, en tu vida tendrás un problema con las mujeres, pues las que te lo darían no te gustan, y las que te gustan no te lo darán”.

======

*2*

Cuando en septiembre de 1957 dejé la casa en que nací y me crié —o sea, que “abandoné el nido”, como dijo mi padre— y llevando por todo equipaje una maleta de cartón caminaba yo cuesta abajo a tomar el autobús hasta el puerto de Santa Cruz de La Palma desde donde viajaría esa noche en barco a Santa Cruz de Tenerife, un vecino —que sólo había estado unos años en Venezuela y regresado luego al pueblo— convencido, supongo, del importante cambio que ese día iniciaba yo en mi vida, me salió al paso y, a guisa de despedida, me dijo:

“Cuidado con la maleta; crea hábito”.

En ese tiempo, ni en sueños se me habría ocurrido que yo pasaría años de mi vida montado en un avión y entrando y saliendo de hoteles, siempre con mi inseparable maleta, lo que me llevaría a visitar, hasta hoy, más de 50 regiones o países de este mundo, y a volar en 55 diferentes líneas aéreas (solamente en dos de ellas, Pan American y American Airlines, acumulé casi un millón de millas), que varias veces extraviaron mi maleta,… pero ésta, muy fiel, volvió siempre a mí.

======

*3*

A comienzos de los 70, la Sucursal Finanzas de IBM de Venezuela —donde yo trabajaba— operaba en la Torre Capriles en un espacio abierto en el que teníamos nuestros escritorios tanto analistas como vendedores y administrativos. A veces, cuando después de horas de oficina regresábamos al lugar a llenar reportes o hacer alguna tarea urgente, nos quedábamos luego hablando de todo un poco.

Un día entramos en una discusión un tanto filosófica que tocó preferencias personales, maneras de pensar y sentir, etc., tema en el que me explayé por un rato. Cuando lo di por terminado e iba saliendo para dejar el lugar, una señora de origen europeo que trabajaba en el área administrativa y que, en silencio, había escuchado todo, alzó su vista a mi paso y me dijo:

“Carlos, tú no eres planta tropical”.

======

*4*

Cuando en 1976 compré la casa en la que aún vivo, alguien de mi grupo social llegó a la peregrina conclusión de que yo era rico y que, por tanto, además de comprar la casa debería también comprar carros nuevos, renovar cada pocos meses mi vestuario y el de mi familia, frecuentar restaurantes y clubes de lujo, etc. Cuando no hice tal, esa persona me dijo:

“Eres mal rico”.

Una vez que entendí a qué se refería, y aunque yo no tenía las riquezas que esa persona me atribuía, concluí que no le faltaba razón porque aunque yo fuera billonario continuaría con mi mismo estilo de vida.

Eso sí, crearía y subvencionaría una institución que, hurgando en la Historia desde los tiempos de Colón, se encargara de determinar y cuantificar la cuota de participación y responsabilidad de los canarios —también llamados isleños— en el desmadre que a través del tiempo se ha ido acabando con Venezuela.