[Canarias}> Origen del nombre ‘Islas Canarias’

30-04-2024

Juan Carlos Pérez

No, las islas Canarias no reciben su nombre del conocido ave. La realidad es que es al revés

Dentro de esas denominaciones, una isla canaria que, tras cambiar cuatro veces de denominación se quedó con el aborigen.

El término “Insula Canaria“, que significa “isla de los perros” o “isla de los canes”, tiene sus raíces en el latín y fue acuñado por el rey Juba II de Mauritania en el año 40 a.C. Durante una visita al archipiélago, quedó impresionado por la abundancia de perros en el lugar y decidió llevarse dos mastines a su reino.

Esta denominación de las islas como “Insula Canaria” fue registrada por Cayo Plinio Segundo, también conocido como “Plinio el Viejo”. Es importante destacar que este apelativo originalmente se refería a la isla que hoy conocemos como Gran Canaria. A lo largo de la historia, en el caso de Tenerife, nos encontramos con que esta isla canaria ha sido conocida por varios nombres.

Inicialmente fue llamada Ninguaria, como se menciona en el texto de Plinio el Viejo en su Historia Natural sobre las Islas Afortunadas, donde se describe como “cubierta de nieves perpetuas, envuelta en nubes”. Luego, se le dio el nombre de Nivaria, derivado del motivo de la nieve del texto pliniano, y este término aún persiste en la denominación de la diócesis episcopal de la región: Diócesis Nivariense.

Posteriormente fue llamada la isla del Infierno, según consta en mapas y documentos del siglo XIV, posiblemente debido a las violentas erupciones volcánicas que presenciaron los navegantes europeos.

Finalmente, el nombre guanche prevaleció, y la isla pasó a ser conocida como Tenerife. Este caso es similar al de Lanzarote y Fuerteventura, que también tenían nombres aborígenes y nombres románicos en los primeros textos europeos, pero en el caso de Tenerife, el nombre guanche fue el que perduró.

La isla canaria del infierno

La denominación “isla del Infierno” ha generado diversas interpretaciones, siendo la más extendida la relacionada con las erupciones volcánicas ocurridas en el siglo XIV, observadas por los navegantes europeos. Según la Historia de Abreu, algunos la llamaron así debido a los numerosos incendios de azufre y a la actividad del volcán Teide, que emitía abundante fuego. Se tiene registro de fuertes erupciones en Tenerife durante el viaje de Nicolosso de Recco y Angelino de Teggia a las Islas en 1341, así como en los últimos años del siglo XIV, según relatos de navegantes vizcaínos.

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