Si hay emoción y sorpresa final, los chistes funcionan. Y no sólo eso, mejoran nuestra vida: adelgazan, nos distraen del dolor, activan el corazón… El humor es nuestra válvula de escape ante el desconcierto. El neurólogo Scott Weems desvela en un libro —salpicado de chistes— las causas científicas de las carcajadas.