[*FP}— CÁNCER, el duro golpe que yo no esperaba

09-05-2019

Carlos M. Padrón

Prólogo.- En contra de mi costumbre de no contar los pollos antes de que nazcan, he comenzado a escribir este artículo el 20/03/2019, o sea, varios días antes de que ocurran los hechos que —al menos eso espero— contaré al final.

Por el tema y el lenguaje usado, la narración podría no resultar agradable, pero el lector tendrá siempre la opción de interrumpirla.

No di publicidad a esto, y sólo lo conté a mis familiares de aquí y a amigos más cercanos no dados a redes sociales, porque no quise que comenzaran a llegarme mensajes compadeciéndome, preguntando por mi estado, por cómo iba el tratamiento, etc. Esa publicidad no me habría ayudado, pero sí creo que la lectura de este artículo puede ayudar a algunas personas a saber lo que deparan casos como el mío y a prepararse para hacerles frente. Por eso lo publico lo más completo posible porque, además, creo que un trance como éste en el que uno se juega la vida merece ser recordado en todos sus detalles.

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Los orígenes visibles de lo ocurrido se remontan a 2012 cuando en el Centro Médico Docente La Trinidad (CMDLT), en Caracas, me hicieron una colonoscopia. El líquido que el Dr. Bandres pidió que me tomara para limpiar mi intestino fue para mí, que tengo una piel y unos tejidos muy “delicagaditos”, como ácido clorhídrico, e hizo que brotara la que llaman hemorroide centinela, que está prácticamente en el ano. Como gesto muy “humanitario”, el Dr. Bandres se limitó a reír burlonamente cuando me le quejé de eso.

Como consecuencia, a partir de ahí, cada vez que mis evacuaciones eran de excremento blando, una parte caía en el váter (poceta) y la otra subía por la nalga derecha. Si esto ocurría en casa, yo recurría al bidet, pero si ocurría fuera de casa necesitaba mucho papel higiénico para limpiarme, y por esto llevaba siempre conmigo, en una riñonera (cangurito), una buena provisión de este tipo de papel o equivalente. Uno de los médicos a que recurrí me aconsejó que no me operara esa hemorroide porque el posoperatorio sería muy largo y, sobre todo, muy doloroso.

Seguí su consejo, y con los estropicios de esa hemorroide viví desde 2012. En los meses finales de 2016 comencé a notar algunas veces leves manchas de sangre en el papel higiénico con que me limpiaba. Al tacto no detecté la tal hemorroide, como sí la había detectado antes, y, en mi ignorancia, deduje que la sangre era consecuencia de que había reventado, se había retraído y sangraba. Además, y como para ratificar mi sospecha, ya el fenómeno de desviación de excremento no era tan acentuado como antes.

Al llegar a Canarias en febrero de 2017 esa sangre en el papel higiénico aparecía sólo de vez en cuando, pero a comienzos de 2018 ya la aparición fue constante y la cantidad iba en aumento. Como la médico de cabecera que entonces tenía yo aquí se escudó en pretextos para no examinarme, en julio recurrí a un gastroenterólogo (aquí los llaman digestivo) de Medicina privada. Éste me revisó, y como conclusión muy autoexplicativa se limitó a decirme «Vaya usted al Centro de Salud y dígales textualmente “¡Estoy cagando sangre!”».

Así lo hice, el sistema sanitario se movió, y el 27/08/2018 me hicieron una colonoscopia en el Hospital General de La Palma (HGLP). Para cuando salí de recuperación y me reuní con Chepina, mi señora, que ya estaba hablando con la Dra. Marlene Domínguez —la gastroenteróloga venezolana que ya había visto el resultado de la colonoscopia y me mostró la foto—, ésta me dijo que yo tenía un adenocarcinoma rectal (un tumor canceroso) de 4 cm ubicado a 5 cm del ano, y que, un poco más arriba, tenía también divertículos. Por procedimiento de rutina, añadió, se haría una biopsia del trocito que de ese tumor me habían sacado, pero que lo de cáncer era seguro.

Extrañado le pregunté cuáles eran las causas comunes de tales tumores. Me dijo que ser fumador, beber mucho alcohol, tener una mala dieta, llevar una vida desordenada, antecedentes familiares, etc. A mi respuesta de que nada de eso tenía que ver conmigo, añadió “Y una causa más: el estrés”. Y creo que en ésta acertó, pues durante mis últimos 12 años en Venezuela —en los que por orden médica hice vida monacal, saliendo de casa sólo en casos de real necesidad, y con cero actividad social— tuve estrés para alquilar, vender y regalar. Por lo visto, el resultado fue un cáncer made in Venezuela por el Socialismo del Siglo XXI.

Los médicos amigos que supieron de mi caso —a algunos de ellos tengo mucho que agradecer—, dijeron que de eso no se moría nadie hoy en día…. siempre y cuando el paciente se sometiera con rigor y por entero al tratamiento prescrito, que, por lo largo y por sus efectos secundarios, era siempre un calvario.

Y sí, una vez en marcha, ese tratamiento fue un auténtico calvario que, desde el principio y de manera abnegada, me ayudó a sobrellevar Chepina, tanto en lo físico como en lo emocional y, por supuesto, en el control de comidas y medicamentos, y en la administración de efectivos remedios caseros (los llamo menjunjes), pues mi merma de facultades fue aumentado a medida que avanzaba el tratamiento.

Lo visto por la Dra. Domínguez fue enviado a la Dra. Alejandra Rodríguez, oncóloga en ejercicio en el HGLP, quien nos dijo que haría su informe y que, según entendimos, lo enviaría al Comité Oncológico Provincial, grupo de oncólogos y cirujanos digestivos que reciben los datos de cánceres y que, reuniéndose online cada lunes, deciden el cómo, cuándo y dónde del tratamiento a aplicar al paciente, qué oncólogo lo supervisará, qué cirujano lo operará, etc.

Lo primero pedido por la Dra. Alejandra Rodríguez fue hacerme una analítica (supongo que específica para el caso), un TAC y una resonancia magnética, y con los resultados concluyó que mi tumor, de grado 3, estaba “localizado” (entendí que no tenía “sucursales”) y había afectado sólo un ganglio. Todos esos informes, puestos en mi expediente incluido en la base de datos de la Seguridad Social, llegaron al oncólogo Dr. Pedro Valle, que ejerce en el Hospital Universitario de Canarias (HUC), ubicado a medio camino entre el centro de Santa Cruz de Tenerife (Santa Cruz) y el de La Laguna, y un buen día me llamaron para que, con un acompañante (en estos casos es obligatorio), nos presentáramos en el HUC el 04/10/2018 para una primera consulta con el Dr. Valle y con el Dr. Hermógenes Díaz, quien sería el cirujano que me operaría, y que fuéramos preparados para residenciarnos allá, en Tenerife, durante casi un mes y medio.

A los pacientes que, como yo, no viven en Tenerife, donde está el HUC, sino en otra isla, y deben desplazarse a Tenerife, la Seguridad Social les paga los gastos de transporte, alojamiento y manutención del paciente y de su acompañante, una ayuda muy significativa porque tratamientos como el mío requieren alojamiento largo, o frecuente, y varios vuelos.

En el Hotel Las Torres, muy cercano al HUC (unos 10 a 12 minutos caminando), conseguimos habitación con kitchenette, y para Tenerife nos fuimos. Fue entonces cuando anuncié en este blog la primera de la suspensión de publicaciones, ‘por causas ajenas a mi voluntad’, con duración de varios días.

En la primera cita, el Dr. Valle nos dijo que me trataría con radioterapia y quimioterapia oral simultáneamente. La radio sería sólo los días hábiles (recibí 38 sesiones a razón de cuatro “disparos” cada una), y la quimio —que sería oral, menos agresiva que la inyectada, pero veneno al fin y al cabo— consistiría en una dosis de 1.650 mg de Capecitabina (unas pastillas que me dieron contadas de forma que no sobrara ni una) cada 12 horas durante 42 días, o sea, 84 dosis, según muestra el cuadro que sigue, que preparé para control visual del tratamiento.

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Para la quimio escogí como horario las 09:00 de la mañana y las 21:00, o 09:00 de la noche. También el Dr. Valle nos describió algunos de los efectos secundarios que ese tratamiento me causaría, insistiendo en que la lista de éstos, no exhaustiva, varía por paciente, y que algunos de esos efectos pueden durar meses y hasta un año, siendo los más notorios los que ocurren durante las dos semanas siguientes al fin del tratamiento.

Como puede verse en el cuadro, mi tratamiento de radioquimio terminaría el día 14 de noviembre, cuando yo regresaría a mi casa y quedaría a la espera de que me llamaran del HUC, primero para una resonancia magnética con un aparato de avanzada tecnología que está en Tenerife muy cerca del HUC, y luego para mi operación, que sería, según el Dr. Valle, como entre 8 a 10 semanas después de terminado el tratamiento, o sea, después del 14/11.

Por su parte, el cirujano Dr. Hermógenes Díaz nos dijo que si él hubiera estado presente cuando el Comité Oncológico Provincial analizó mi caso, tal vez habría recomendado meterme de inmediato en quirófano, pero que ya que se había decidido otra cosa, mi operación, de alto riesgo, consistiría en abrirme el vientre, sacarme un trozo de recto (algo así como un metro) que incluyera el tumor y los divertículos, anularme el ano, y hacerme colostomía, o sea, colocarme en el costado izquierdo una bolsa que recogería el excremento.

Añadió que a veces, y dependiendo del resultado de la operación, esa bolsa se retira después de unos meses y se reactiva el ano, y otras veces se deja de por vida. También dijo que se ha sabido de raros casos en que tumores como el mío desaparecen con la radioquimio y puede cambiarse el plan. Según él, mi operación sería entre 10 a 15 semanas después de terminado el tratamiento, y me pidió que no le fallara.

Extrañado, contesté que no entendía eso de fallarle, y más extrañado quedé cuando me respondió que hay pacientes que, aunque parezca mentira, abandonan el plan y no aparecen más, algo que comprobé que sí ocurría porque, en conversaciones entre pacientes y acompañantes en la sala de espera para radioterapia, contaron casos reales. Uno de los pacientes allí presentes y que tiempo atrás había optado por el abandono, tuvo que volver de nuevo a radioterapia, pero ya sentenciado por metástasis.

Durante esos 42 días, Chepina, la ayuda sin la cual no sé qué hubiera hecho yo, compraba alimentos en alguno de los varios supermercados vecinos y, usando la pequeña cocina que había en el apartamento, preparaba desayuno, cena y los menjunjes ya mencionados, uno de ellos un batido con polvos que eran pura proteína, y otros eran jugos de zanahoria y remolacha, y de guayaba y pimentón rojo.

Cada viernes me hacían una analítica que estaría en manos del Dr. Valle cuando en la mañana del lunes siguiente fuéramos a cita con él para revisión de plan. Las primeras analíticas mostraron descenso de plaquetas, lo cual era de esperar, pero de pronto ese descenso se detuvo, lo cual podría ser atribuible a los menjunjes de Chepina.

En una de esas citas de lunes con el Dr. Valle salió a colación lo de que él me había dicho que mi operación sería entre 8 a 10 semanas después de terminado el tratamiento el 14/11, mientras que el Dr. Díaz me había dicho que sería entre 10 a 15 semanas después de esa fecha. La respuesta del Dr. Valle, que no entendí qué relación tenía con las semanas, fue “Nosotros (supongo que se refería al grupo de oncólogos del comité) buscamos no ponerle a usted la bolsa», y mi reacción fue unir las palmas de mis manos como en oración y decirle “¡Por favor!”, pues la idea de la tal bolsa pegada a mi costado izquierdo con el fin de recoger excremento nunca me gustó, aunque, echando mano de mi vena de humor negro, que varios disgustos ha causado, un día le dije a Chepina que esa bolsa tenía tres ventajas: 1) No obliga a salir corriendo en busca de un baño; 2) Los gases no dan mal olor; 3) Implica un gran ahorro en papel higiénico. Pero a Chepina no le hizo gracia mi conclusión.

Entre los efectos secundarios considerados más frecuentes según la lista del Dr. Valle estaban la inapetencia, las náuseas, los vómitos, las lesiones cutáneas, la reducción del tamaño de la vejiga y consiguiente necesidad de orinar con más frecuencia, molestias al comenzar a orinar, hormigueos o ardores en el abdomen, y la alteración de las funciones estomacales e intestinales. Esta alteración resultó ser lo que me hizo la vida a cuadritos, pues además de que los intestinos sufrían, como muchas otras partes de mi cuerpo, los efectos de la quimio, eran también los más afectados por el bombardeo de la radio y, en consecuencia, el patrón de evacuación se volvió caótico e imprevisible.

A veces las ganas de evacuar eran muchas, y al llegar al baño el resultado eran sólo gases y moco; a veces las ganas eran —o parecían ser— pocas, pero el resultado era una abundante deposición. El factor común fue siempre, en cualquier caso, la necesidad, por previsión, de estar cerca de un baño, pues en cuatro veces que durante el tratamiento no llegué a tiempo a un baño, la evacuación tuvo lugar de todos modos ensuciando calzoncillos (interiores), llevara yo o no compresa, pantalones, calcetines y hasta zapatos.

Sólo me quedaba refugiarme en un baño público (por suerte, casi todos están limpios por aquí) y empezar a lavar, a limpiarme y a hacer uso después de la ropa, compresas de repuesto y bolsas plástica que siempre llevaba Chepina, que en una ocasión se vio obligada a entrar al baño de hombres para ayudarme. La bolsa plástica era para guardar los calzoncillos después de que ella los hubiera lavado.

En cuanto a las lesiones cutáneas, tuve quemaduras, rasguños, vejigas, ampollas, salpullidos, raras pigmentaciones azuladas en manos y uñas; hormigueos bajo la piel, como de pompas que pugnaran por salir; piquiña simétrica en las pantorrillas (en el mismo lugar en las dos), o en hombros, pecho y costados; lamparones de piel reseca y como corrugada en la parte trasera de la mitad inferior de mi cuerpo que a veces se sentían como zonas húmedas, pero que estaban secas; y hasta cortadas tan dolorosas como las que uno puede hacerse con una hoja de papel y que, además, aparecían en cualquier lado del cuerpo, hasta en los más insólitos. En algunos podía curarlas yo, pero en casi todos era Chepina quien se encargaba de hacerles frente.

Una tarde fuimos a Santa Cruz a hacer una visita. Al salir para regresar al hotel, las plantas de los pies me dolían tanto que a duras penas pude llegar. Cuando ya en el hotel Chepina las revisó, las encontró llenas de ampollas, como vejigas de agua, que las había hasta debajo de los dedos. En la farmacia más cercana se compró lo necesario y Chepina fue reventando y curando las ampollas una a una, lo que se repitió durante un par de días ya que continuaron saliendo, aunque cada vez menos. Algo curioso de estos efectos es que, al menos en mí, aparecen de repente y se van también de repente.

Los otros efectos secundarios anunciados —inapetencia, náuseas y vómitos— no pudieron conmigo, lo que, según creo, se debió en gran parte a que nunca caí en pesimismo y a que desde niño mi padre me enseñó a comer de todo; en la mesa de mi casa estaba prohibida la expresión “Esto no me gusta”. En consecuencia, como de todo, pero, en mi estado de inapetencia, de entre la corta lista de lo que me permitían comer (la de alimentos prohibidos era mucho más larga) había platos cuyo recuerdo me causaba menos repudio que otros, y nos dimos a la tarea de buscar dónde los preparaban de forma aceptable para mí.

Así descubrí que una manzanilla antes del almuerzo me acondicionaba bien el estómago, y que una sopa de pollo, también. Un restaurante de La Laguna en el que, como en casi todos, podía conseguirse manzanilla, servía una buena sopa de pollo, una buena chuleta de cerdo, y trozos de pollo o conejo, y yo toleraba bien esos platos, así que ese restaurante entró en mi lista. Y también uno de Santa Cruz que destaca por comida casera, servicio rápido y precios decentes, donde, además de la sopa de pollo o la manzanilla, podía yo comer arroz a la cubana —arroz blanco con judías (caraotas) negras y un plátano (cambur) frito—, algo difícil de conseguir porque, por lo que para nosotros siguen siendo misteriosos motivos, es muy raro que los restaurantes de aquí sirvan arroz blanco, algo que en la Venezuela en que viví habría sido inaudito.

Con esos tres platos, y yendo en tranvía un día a Santa Cruz y otro a La Laguna, me bandeé los primeros días, hasta que, después de un almuerzo en La Laguna, Chepina quiso de postre un helado. Mientras ella entró a una heladería, la esperé sentado en un banco de la calle (no estaba yo para paseos innecesarios), y a su regreso me dijo que esa heladería, que era de italianos, también era un restaurante que ofrecía en su carta cuatro platos de pasta.

La sola mención de la pasta me estimuló (en este blog conté hace tiempo que creo haber sido italiano en otra vida), y al siguiente día fuimos a almorzar en ese restaurante. La pasta me pareció muy al dente. Pedí que la cocinaran un poco más y resultó que el penne pomodoro fue para mí como una tabla de salvación y se afincó como una opción más para mis almuerzos. A partir de ahí, y salvo contadas excepciones, seguí la secuencia de un día almuerzo en el restaurante de Santa Cruz, al día siguiente en el restaurante de La Laguna, al siguiente en la heladería de La Laguna, al siguiente de vuelta al de Santa Cruz, y así sucesivamente.

Después de “saborear” los rigores de este régimen compadecí, y compadezco cada vez más, a los pacientes que reciban radioterapia o quimioterapia y sean de esas personas de pico fino a las que no les gusta esto, lo otro y lo de más allá. Supe de uno que vomitaba todo lo que comía, lo sometieron a alimentación intravenosa, y al poco tiempo murió.

Durante la sesión de radio de los viernes solían hacerme radiografías, y a partir del segundo viernes, al final de la sesión de radio me abordaba una enfermera de las varias que allí había para, tableta o papeles en mano, hacerme una encuesta durante la cual y en sucesivos viernes tuvo lugar, pregunta más, pregunta menos, un diálogo como éste:

—Don Carlos, ¿siente usted mucho dolor?

—¿Dolor? A mí no me duele nada.

—¿En ninguna parte y en ningún momento?

—En ninguna parte y en ningún momento.

—¿Y qué tal las náuseas?

—Hasta ahora sólo tuve una por lo mal que me olió cuando pasé frente a un restaurante de mala muerte, pero me tapé la nariz, me alejé lo más rápido que pude, y cesaron las náuseas.

—¿Entonces usted no ha vomitado?

—No, no he vomitado ni una sola vez.

—¿Y come bien?

—Aunque no tengo ganas de comer, desayuno, almuerzo y ceno porque me ordenaron que tengo que comer, pero sólo como lo que mi estómago acepta y hasta donde él me lo permite.

—¿Cómo es eso de hasta dónde se lo permite?

—Pues que llega un momento en que mi estómago “me dice” «¡Ni un bocado más, porque, si sigues, vas a vomitar!”». Y hasta ahí llega mi comida.

—¿Y qué tal tolera usted la ingesta de dosis de la quimio?

—Cuando despierto en las mañanas me siento tan débil que para levantarme necesito echar mano de la poca voluntad que tengo y de la que no tengo, pero logro levantarme. Desayuno (un sándwich de pan de molde con una loncha de jamón y otra de queso, o un huevo frito o una tortilla francesa) acompañado del menjunje que mi mujer me prepara, y antes de media hora de haber comido y bebido eso me tomo la dosis de Capecitabina y vuelvo a la cama. Unos 45 minutos después ya me siento con fuerzas para ir al baño, asearme, vestirme y salir caminando para acá a fin de llegar aquí sobre las 11:45 ya que mi cita de radioterapia es, teóricamente, a las 12:15.

Sin poder contener bien su asombro, al escuchar este relato la enfermera me decía:

—¿¡Puede usted hacer todo eso con sólo descansar 45 minutos después de las pastillas de la quimio!? ¡No lo entiendo!

La primera vez que tuvo lugar este diálogo, la enfermera, con ceño fruncido y mirada de escepticismo, me dio a entender, con esa exclamación, que se le hacía difícil aceptar como ciertas o normales mis respuestas. Como las más de las preguntas y mis respuestas a ellas se repitieron en la segunda encuesta, a la tercera, una enfermera que ya había venido antes vino acompañada de otra, de más edad y tal vez de rango superior, como para que le sirviera de testigo, y, cuando terminó la encuesta, la enfermera que ya había venido dirigió a la otra una mirada de “¿Ves que es cierto lo que te dije?”. Ésta se encogió de hombros y cuando se retiraba estoy casi seguro de que le escuché decir algo así como “Este tío es marciano”.

Y después no hubo más encuestas. Cuando de vuelta a casa conté el caso a uno de los médicos que aquí me había ayudado, en tono jocoso me dijo “Claro, es que les rompiste las estadísticas”.

Terminado el tratamiento el 14/11, en mi cita de despedida con el Dr. Valle éste me dijo que quería verme un mes después de que me operaran, cuando ya estarían en el sistema los resultados de una analítica especial y de un TAC de tórax y abdomen, que podrían hacerme en La Palma (como efectivamente me los hicieron) y para los que me entregó las órdenes correspondientes.

De acuerdo a lo anticipado por el Dr. Valle, los efectos secundarios me acribillaron durante las dos semanas inmediatas siguientes al 14/11, llegando a cosas tan absurdas como que yo, que nunca he sabido lo que es ni siquiera una molestia en la dentadura, una mañana desperté con un tremendo dolor en todas las piezas dentales de la mandíbula superior, en especial en una en particular que se había vuelto sensible. A las 48 horas, ese dolor desapareció tan repentinamente como había llegado, aunque la pieza en cuestión necesitó tratamiento de raíz. Semanas después, lo mismo en la mandíbula inferior, y en particular en la unión entre el labio y la base de la encía. Un par de aplicaciones de una crema especial, y adiós dolor.

En la vista y la audición noté un deterioro que esos sentidos no tenían antes del tratamiento.

Días después me llamaron del HUC para que el 07/12 fuera a hacerme una resonancia magnética, pero no en La Palma, sino en IMETISA (Instituto Medico Tinerfeño, S.A.), donde se dice que tienen el equipo de MRI más potente de la provincia. Y tal parece que así es porque, al mirar yo con asombro el tamaño de la máquina con la que iban a hacerme el estudio, el especialista en su manejo me preguntó si me había hecho antes una resonancia. A mi respuesta de que sí, que me había hecho dos, correspondió con un “Pues las máquinas con que se las hicieron son juguetes en comparación con ésta”.

Me colocó adecuadamente sobre la camilla de la máquina y me puso unos cascos (audífonos) para evitar que los altos ruidos que la máquina emitiría dañaran mis oídos….. y comenzó el escándalo que en cierto momento pareció un concierto de percusión de un conjunto caribeño, y en otros la camilla golpeó mi espalda varias veces para que los intestinos quedaran en posición adecuada para “fotografiarlos”.

El resultado de la resonancia, una vez preparado por el especialista, sería incorporado por éste a mi expediente en la base de datos de la Seguridad Social, y acerca de él ya me dirían en próxima cita los doctores Valle y Díaz.

Esa próxima cita tuvo lugar en el HUC los días 20 y 21/12. Cuando el Dr. Valle leyó el informe de la resonancia, me miró con expresión tranquilizadora y dijo “Tenemos buenas noticias: el tumor ha desaparecido”.

Por su parte, el cirujano, Dr. Hermógenes Díaz, celebró también esa desaparición y nos dijo “Ante esto, ya no le haré la operación que había dicho que le haría, sino una más sencilla que se hace con la técnica TAMIS (Cirugía transanal mínimamente invasiva)«. Sacó su teléfono celular y en el calendario contó hasta 9, de lo cual deduje que me operaría pasadas 9 semanas a partir del 14/11. Me dio la orden, marcada urgente, para que en el HGLP me hicieran las revisiones y exámenes de preanestesia, y al despedirnos me dijo: “Señor, ¡usted se ha sacado la lotería!”. Mi fe y optimismo, basados en el que “de eso no se muere nadie hoy en día” aumentaron varios enteros con estas palabras del Dr. Hermógenes Díaz.

Pocos días después me llamaron del HGLP para que fuera a lo de preanestesia, y eso me hizo suponer que pronto me llamarían para la operación.

Las supuestas 9 semanas se cumplirían el 06/01/19, pero como llegó ese día y no me habían llamado del HUC, comencé a llamar yo hasta que di con el departamento que sabía de los planes para mi operación. A mi pregunta de cuándo sería ésta, la esquiva respuesta fue que aún tardaría “un poquito más”. Pregunté entonces que cuánto era en términos de tiempo ese “poquito más”, y la respuesta fue que, debido a falta de disponibilidad de quirófanos, tardaría de uno o dos meses.

Como lo de los quirófanos no me convenció, seguí indagando por otra vía, di con Lista de Espera y la respuesta fue que el retraso se debía a falta de camas porque la epidemia de gripe las había copado todas hasta el punto de que algunas de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) estaban ocupadas por pacientes de gripe que no requerían de cuidados intensivos.

El día 23/02/2019 recibí del HUC, ya cerca de mediodía, una llamada en la que se me dijo que, a efectos de mi operación, debería estar en el HUC el jueves 7 de marzo a las 08:00 de la mañana… pero que eso me lo confirmarían, también por llamada, el día 6. Supuse que esta llamada de confirmación o suspensión llegaría también a mediodía que es cuando, una vez dada el alta a algunos pacientes, ya el HUC sabría qué camas quedarían libres.

Según me dijo la agencia de viajes, por culpa del Carnaval —fiestas que detesto desde que tuve uso de razón—, los vuelos entre La Palma y Tenerife estaban todos llenos, pero verían de conseguirnos cupo en alguno. Días después dijeron que nos lo habían conseguido en un vuelo que saldría a las 12:00 del mediodía del 06/03.

Ante la posibilidad de una tardía llamada del día 6 confirmando o suspendiendo mi cita del día 7 en el HUC, optamos por dejar listas las maletas el día 5 en la noche y salir para el aeropuerto el 6 a media mañana. Si en el trayecto, de unos 45 minutos, llegaba la llamada suspendiendo la cita del día 7, regresaríamos a casa, pero si la confirmaba tomaríamos el vuelo de las 12 a Tenerife.

Pero los de la agencia de viajes continuaron trabajando mi caso y días más tarde me dijeron que nos habían conseguido vuelo para las 6 de la tarde del día 6, lo cual nos dejaba margen para esperar en casa la llamada que, tal y como sospeché, llegó casi a las 12 del mediodía de ese día 6, pero, por fin, confirmaron que yo debía estar en cirugía del HUC el jueves 7 a las 08:00 de la mañana, y puse en el blog el segundo aviso de suspensión de publicaciones ‘por causas ajenas a mi voluntad’ .

Viajamos en la tarde del día 6, nos quedamos en casa de una buena amiga, y el día 7 estuve puntualmente en la sección de admisión para cirugía del HUC.

La asignación de cama confirmó lo de la escasez de éstas, pues en vez de darme una en la planta reservada para digestivo, me la dieron en la de traumatología (habitación 522, cama 1), y una vez que tomé posesión de ella se me dijo que no podría ingerir ni alimentos ni agua… y yo, por si acaso, ya que nada me dijeron al respecto, no desayuné el día 7, así que mi última comida había sido la cena del día 6.

Sobre las 9 de la mañana del día 8, y usando la cama con ruedas en que yo estaba, me bajaron al quirófano. Para evitar trombos, me inyectaron algo en el abdomen y me pusieron unas medias elásticas que me apretaban desde los pies hasta las ingles, y luego me anestesiaron con mascarilla.

Lo próximo que recuerdo es que cinco mujeres me tenían inmovilizado en mi cama. Una me sujetaba los pies, dos de ellas (una a cada lado de la cama), las piernas, y las otras dos (también una a cada lado de la cama) las manos, y repetían “Tranquilo, don Carlos, tranquilo”, pero yo no podía estar tranquilo porque veía que la parte baja de mi cama estaba metida dentro de un gran monitor, como el de una pantalla de TV de 100 pulgadas, y yo quería sacar mi cama por completo para huir de aquello, pero las vías (a efectos de medicamentos e hidratación me habían puesto una en cada mano) tropezaban con los bordes del monitor e impedían que la cama saliera.

De pronto, a mi izquierda apareció otra mujer que me dijo:

—¿Sabes quién soy?

—Sí, eres Chepina —le respondí.

—Pues quédate tranquilo que esto es sólo como realidad virtual.

—¡La realidad virtual no es así! —dice Chepina que fue mi airada respuesta.

Y creo que luego me tranquilicé. Cuando me llevaban de regreso a mi habitación, avergonzado alcancé a disculparme con el personal que aún estaba cerca de mí. Me dijeron que no me preocupara porque mi reacción a la anestesia era muy común, y que ellos estaban acostumbrados a reacciones mucho peores que la mía.

El Dr. Díaz habló con Chepina, le dijo que la operación con TAMIS había salido bien (en quirófano estuve 65 minutos, de los cuales la operación tomó 40), que el resultado de la biopsia que se haría a la rodaja o pedazo de recto que me sacaron estaría listo entre una a tres semanas, y que yo debería guardar reposo, evitar hacer esfuerzos o levantar pesos, y consumir sólo una dieta blanda.

Lo mismo me dijo cuando unas horas después me visitó en mi habitación en la que, “disfrutando” a partir del sábado 9 de la famosa comida de hospital, cada vez que necesitaba ir al baño —lo cual era muy frecuente— tuve que ir despacio y haciendo rodar el atril donde colgaban las bolsas de los fluidos conectados a mi cuerpo. Aparte de éstos, en el abdomen me inyectaban heparina, también para prevenir trombos.

El miércoles 13 de marzo me dieron de alta. Esa noche nos quedamos en casa de nuestra amiga, donde Chepina se había quedado mientras estuve hospitalizado, y cuando el día 14 me levanté, tenía tal debilidad que a duras penas pude llegar al baño, ducharme y regresar a la habitación. La misma amiga nos llevó al aeropuerto y ayudó a Chepina con maletas y demás porque mi debilidad era tal que apenas me sostenía en pie.

Desayunamos en el aeropuerto (bocadillos y café), y estando ya sentados en el avión que nos traería de vuelta a La Palma sentí como si dentro de mí hubieran pasado un interruptor que me inyectó energía e hizo desaparecer la debilidad. Y entonces caí en cuenta de cuál había sido el motivo de la misma: ¡me habían tenido 3 días sin comer, y 7 sin tomar café! Así que lo primero que hice al llegar al aeropuerto de La Palma fue tomarme dos cafés más, y asunto arreglado.

Durante los próximos días arreciaron las ganas de ir al baño, a veces para una deposición normal, pero las más de las veces para sólo gases y moco. Como el moco se tornaba cada vez más rojizo, pedí por mi cuenta un análisis de sangre oculta en heces, y dio positivo. El martes 02/04 fuimos a consulta con nuestro médico de cabecera. Ordenó que me hicieran con urgencia una analítica y que el jueves o viernes fuera de nuevo a consulta para saber del resultado.

El jueves 05/04 fuimos a almorzar con unos amigos. Antes de dejar el restaurante hice una deposición normal, pero apenas poco después de que, a eso de 17:00 (las 5 p.m.), los amigos nos dejaron en casa, tuve dos deposiciones con sangre, que en la segunda, que brotó sin aviso y estando yo de pie, fue muy abundante y con un coágulo bastante grande. Luego de limpiar el desastre nos fuimos a Urgencias del HGLP donde me dejaron hospitalizado, de nuevo con sueros, y me hicieron exámenes, tactos, analíticas, interrogatorios, etc.

Para a mediodía del viernes 06/04 ya la sangre en el moco era muy poca, ante lo cual la médico que me atendió dijo que, según la oncóloga, la expulsión de sangre era algo propio de la operación que me habían hecho, y me dio de alta.

Por pura serendipia esa doctora me preguntó si me habían dado el resultado de la biopsia. Al responderle que no, me pidió que esperara, y a su vuelta me entregó no sólo el resultado de la biopsia sino también el del TAC. Y, ¡oh, maravilla!: ambos decían que en mi cuerpo no había células cancerígenas, o sea, que el adenocarcinoma de recto había sido erradicado sin que dejara rastro alguno.

Regresé a casa dando gracias de que el jueves 05/04 hubiera ocurrido el incidente que me hizo ir a Urgencias del HGLP.

Al mediodía del martes 23/04 tuve en el HUC una consulta con el oncólogo Dr. Valle, quien, como ya he dicho, ha dirigido y monitoreado mi tratamiento. Fue ésta la primera consulta con él después de que me operaran el pasado 08/03.

Lo más importante que en esta consulta ocurrió fue la ratificación oficial de lo indicado en lo que el 06/04 me habían entregado en el HGLP, pues, después de que el Dr. Valle repasara los documentos que, impresos y en pantalla, acerca de mi caso tenía, me dijo “Los análisis y estudios que se le han hecho después de la operación indican que, en lo que respecta a lo tumoral, usted está curado”.

Luego de que yo le contara qué y cómo me sentía, concluyó enfatizando que, además de los chequeos periódicos (el primero será el próximo julio), debo aprender a vivir con los efectos secundarios (de la radio y de la quimio) mientras éstos duren, y de ellos el peor es el que he dado en llamar caos defecatorio (la palabreja es mía).

Creo que esto es motivo como para ratificar las palabras del cirujano Dr. Hermógenes Díaz (”Señor, ¡usted se ha sacado la lotería!”) y dar inicio a una nueva etapa de vida, no sólo por eso de que debo aprender a vivir de otra forma, sino porque, al menos por ahora, el horrible fantasma del cáncer ha desaparecido.

Anteayer, 07/05, tuve en el HUC una cita con el cirujano que me operó, Dr. Hermógenes Díaz, con lo cual terminé las consultas posoperatorias. Después de revisar lo relativo a mi caso, dijo que estuve a punto de que me hicieran colostomía —o sea, de que me pusieran la ominosa bolsa—, ratificó el veredicto del Dr. Valle, incluyendo lo de las revisiones periódicas durante unos tres años, y fijó la primera con él también para julio, como la pautada por el Dr. Valle. En cuanto a los efectos secundarios, caos defecatorio incluido, insistió en la necesidad de que yo huya del estrés.

Sólo me resta dar las gracias a la Sanidad española —en particular a los excelentes profesionales doctores Pedro Valle y Hermógenes Díaz, quienes se ocuparon de mi tratamiento y operación—, a mis amigos médicos que desde el comienzo me ayudaron, a mis amigos no médicos, a mis familiares y a los conocidos que me animaron a seguir adelante con optimismo, y, sobre todo a Chepina, mi esposa, sin cuyo apoyo físico y emocional, su dedicación y sus constantes cuidados no sé qué habría sido de mí.

Reflexiones

Sobre lo que comúnmente se atribuye a la suerte,

  • ¿Fue bueno o malo que me alborotaran la hemorroide centinela?
  • ¿Fue bueno o malo que el Dr. Hermógenes Díaz no hubiera formado parte del comité que diagnosticó sobre mi caso?
  • ¿Fue bueno o malo que dejara yo Venezuela cuando la dejé para venir a residenciarnos en Canarias?
  • ¿Qué me habría ocurrido de haber sido tratado mi caso en la Venezuela chavista?

116 comentarios sobre “[*FP}— CÁNCER, el duro golpe que yo no esperaba

  1. Gracias a Dios, a los médicos, a la familia, a los amigos y a tu tesón y salud en general, has salido airoso. Espero estar siempre presente, en las buenas y en las no tan buenas. Te quiero. Chepina.

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  2. Mi querido Carlos, no tengo palabras. No sabía nada de todo este calvario, sólo ée que te quiero de verdad y estoy contigo de corazón. Un gran abrazo.

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  3. Los felicito a los dos por su tesón, por su disciplina, por su solidaridad, por su entereza, etc. Los resultados los merecen los dos. Enhorabuena y a vivir que son dos días….

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  4. Lo importate es que estés bien. Para atrás no se mira ni para coger impulso. Ganaste la batalla y ahora toca disfrutar.

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  5. Gracias, Sángeles. Nada de para atrás, pues lo pasado, pasado está… aunque hay que recordarlo para aprovechar lo que la experiencia pueda enseñarnos.

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  6. Magnífico tu artículo, tío, como todo lo que escribes. No sabía yo que había sido tan complicado, pero, paralelamente, tan positivo para tu salud y como crecimiento personal para ti y para Chepina. La verdad es que los felicito a ambos. Tremenda experiencia de vida para los dos.
    Sólo puedo expresarte, tío querido, lo que en tantas otras oportunidades te he dicho: ¡ERES UN CAMPEÓN, UN GLADIADOR Y TAMBIÉN MI HÉROE! Sólo que ahora ya no eres el único, ¡¡pues mi querida Chepina te va pisando los talones!! ¡¡¡Que vivan sus “menjunjes”!!!!

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  7. Mil gracias, Nipotina. Y sí, la experiencia ha sido dura y de ésas que sólo te dejan dos opciones: pelear para seguir adelante, o entregarte y morir. Con o sin menjunjes, la ayuda de Chepina ha sido vital.

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  8. Joder, ¡qué thriller! Debías ponerle un pointer directo al fin para uno conocer el feliz final antes de dedicarse a leer tu novela, y no tragar grueso imaginando lo que estabas pasando. Ya enterado de lo bien que terminó el proceso, ¡esto merece otro reencuentro! Un fuerte abrazo a Chepina, ¡la heroína de la historia! Y en cuanto a ti, todo indica que seguiremos aguantando tus curiosidades y reportes. ¡Un fuerte abrazo!

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  9. Pedro, si le pongo ese pointer ya no hay thriller. Y ojalá hubiera sido una novela, pero no, fue realidad. Muchas gracias por tus buenos deseos, y a ver si nos reencontramos de nuevo en Plastaforma.

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  10. La respuesta a tus 3 preguntas: Todo ocurre cuándo, cómo y con quién debe ocurrir. Lo que te ocurrió fue bueno para ti, y por eso hoy puedes escribir tu artículo.
    Saludos a la heroína Chepina.

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  11. Sí, querida prima, eso suele decirse, al igual que se dice que lo que ocurre es lo mejor, pero generalmente quien lo dice lo hace de forma inconsciente, repitiendo lo que tantas veces a oído, pero sin buscarle fundamento ni explicación. La que yo le doy no tiene muy buena prensa, sino que genera ceños arrugados

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  12. Enhorabuena. Acerca de las cuatro reflexiones que haces al final. La primera, creo que aquél era el momento de hacerte la colonoscopia. La segunda, es cuestión del Destino. Y en las dos últimas también influyó el Destino muy a tu favor. Por desgracia, Venezuela no está en las mejores condiciones para resolver un problema tan serio como el que tuviste. Estoy de acuerdo con el colega que te dijo que te había tocado la lotería. Ahora, a disfrutar.

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  13. Gracias, José Antonio. Me sorprende positivamente que un médico hable así del Destino. Al menos es una explicación con algo más de enjundia que aquello de que lo que ocurre es siempre lo mejor o lo que tiene que ocurrir.

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  14. Enhorabuena, Carlos, y no sólo por tu afortunada curación, sino también por tu magnífica narración de lo acontecido, ejemplo paradigmático del periplo de los pacientes de las islas menores.
    Ejemplo de historial médico detallado y bien expuesto. Si se le añaden las cifras y valores de los datos técnicos, es un magnífico ejemplo de historia clínica, porque lleva el valor añadido de los sentimientos y vivencias que has sabido compartir magistralmente con tantas personas como se han sumado a estos comentarios, tan cariñosos y afectivos.

    Guardaré esta historia como un gran ejemplo para añadirla a las anécdotas que ya te he contado de los que han tenido que afrontar la ya no tan terrible enfermedad. La palabra «cáncer» aún impresiona y todavía siguen muriendo algunos pocos, cada vez menos.

    Ahora que conozco los intríngulis de tu periplo, me asombra la dignidad y aplomo con que lo afrontasteis, sin una queja ni una sombra de angustia, ni tuya ni de Chepina que en algún rato nos regalaba su espléndida sonrisa, siempre que nos encontramos durante este periodo. Tu también sonreías alguna vez sin traslucir ninguna tristeza. Gracias por todo, amigo Carlos, y reiteradas felicitaciones. También a la valerosa y sagaz Chepina.

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  15. Gracias a ti, querido amigo José Antonio, y a tu esposa Begoña por la valiosa ayuda y soporte emocional que nos han prestado. Me alegra que, siendo médico como eres, encuentres valor en mi relato, pues, como puse en el prólogo, lo publiqué en la esperanza de que pudiera ser últil a alguien, y veo que, según dices, sí puede serlo. Eso es para mí una recompensa.

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  16. Siempre te he visto como un «Iron Man». ¡Qué alegría saber lo de esa lotería, y un gran hurra para Chepina!

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  17. Sr Carlos bendecido ha sido que está completamente curado de todo lo que ha tenido que pasar. Dios es demasiado grande, las palabras tienen mucho poder, los médicos acertaron con usted y gracias a esa gran mujer que Dios le puso en su camino. La Sra Chepina vale oro. Su libro se debería llamar Vivir para contarlas. Espero que siga gozando de mucha salud.

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  18. Mil gracias, Vicky. Tienes razón porque escapé «de vainita», como se dice en Venezuela, y doy gracias por eso a todo y todos los que me ayudaron, en especial a Chepina, la otra lotería que me he sacado.

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  19. Coño, tocayo, en realidad no hallo qué contestar, excepto que el final fue muy bueno, aunque pareciera una novela de Edgar Allan Poe…

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  20. Gracias, Carlos. No fue tan malo porque desde el comienzo me dijeron que de eso no se muere ya nadie. Lo mejor estuvo tal vez en que no me pusieron la bolsa.

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  21. Carlos y Chepina, acabo de leer la narración de las peripecias por las que han pasado en estos últimos meses. Me alegra mucho que Carlos esté ahora libre de células cancerígenas y sólo viviendo con los efectos secundarios de la radio y quimioterapia, calificados como caos defecatorio.
    Carlos, ya veo que aun mantienes tu negro sentido del humor. Alejarte del estrés será tu misión principal ahora, y por ahí leí en algún documento médico reciente que la compañía de amigos y realizar actividades conjuntas con ellos es la cura definitiva del estrés. Allá en Canarias tienen ustedes bastantes amigos y seguramente ellos serán la mejor medicina antiestrés.
    Me alegra que hayas decidido compartir esta experiencia. Estoy seguro de que muchos podrán utilizarlas y aprender de ella. Yo la voy a compartir.
    Reciban los dos un muy fuerte abrazo.
    Se les quiere mucho.
    Armando Expósito

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  22. Gracias, Armando. Si algún día me abandona el humor, negro o de cualquier otro color, estaré jodido. Efectivamente, eso de reunirse con amigos y compartir con ellos es una gran ayuda que he practicado aquí siempre que he podido, pero el almanaque va en contra de eso porque cada vez son más los amigos que abandonan el grupo por problemas de salud. Aun así, sigo apuntándome a cuanta reunión de comida o de otro tipo alguien invente e invite, si es que no las invento yo.

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  23. Querido Carlos: gracias a que nada funciona en este país no pude abrir el archivo hasta hoy, y lo he leído con ansiedad y mucha curiosidad. Estoy maravillado por toda tu historia. Me alegro profundamente de que hayas superado el cáncer, y mis felicitaciones por haber tenido a tu lado a una mujer como Chepina. Seguimos en contacto. Un fuerte abrazo para ambos.

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  24. Carlos, me parece muy positiva la narración de tu pasada enfermedad. Seguro que a ti te ha servido de terapia, y es una información excelente para aquellas personas que tengan la mala suerte de pasar por lo que tú has pasado. Sobre todo, nuestra felicitación por poder usar el tiempo pasado. Un abrazo.

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  25. Gracias, Laura. Ésa es la idea: que pueda ser útil a otros y, según comentarios, ya lo ha sido. Mi agradecimiento a ustedes y a José María en especial. Un abrazo para ambos

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  26. ¡La noticia! Estaba segura de que así sería; me alegra mucho por ustedes. Ahora a disfrutar de las Islas Afortunadas. Abrazos.

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  27. Hola, Carlos y Chepina. Primero, Carlos, muy contentos de tu recuperación por el gran cariño que les tenemos. Segundo, estimado amigo, nadie se muere el día anterior, por eso en la vida nos toca luchar y no abandonar. La sanidad, los menjunges de Chepina, y toda tu fuerza por salir adelante te condujo a eso, a la sanación. El calvario fue arrecho, como decimos aquí, pero hay Padronel para rato, hermano. Un abrazote.

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  28. Gracias, amigos Luis y Loli. Sí, todo eso hubo que hacer, y el calvario —que así lo llamaron— es arrecho y sigue dando coletazos porque, eso espero, ya va de salida.

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  29. Mi querido amigo Carlos, espero y deseo que estés mucho mejor. De verdad nunca imaginé que estuvieras pasando por esa situación tan complicada, pero con el valor y el buen humor que demostraste en esos momentos tan difíciles saliste adelante. Tu escrito es una enseñanza y una manera de dar fuerzas a personas que padezcan de alguna enfermedad, sea cáncer u otro tipo de dificultades, pues sí se puede. Y también felicito a esa gran mujer que tienes a tu lado, que, como dices, fue una grúa como apoyo para ti. De verdad, amigo, los felicito a los dos, y que nuestro Dios amoroso te bendiga y acompañe para siempre.

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  30. Caramba, Carlos, menuda odisea has pasado. Me has dejado perpleja, pero mejor buscar lo positivo de toda esta “historia”, pues estás curado y tuviste unos cuidados magníficos, empezando por Chepina y siguiendo con todo tu equipo médico.

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  31. Gracias, Charo. Y sí, fue una odisea que espero no se repita. Con una vez basta. Ya le diré a Chepina para que te explique lo de sus efectivos menjunjes.

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  32. Queridísimo Carlos, qué alegría saber que todo salió bien, y que tu fiel compañera ¡estuvo siempre a tu lado apoyándote y ayudando!. Gracias por este relato y por mostrar la entereza que tienes. Felicidades y un fuerte abrazo.

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  33. Querida Mónica, muchas gracias y por partida doble, pues entiendo que eres “culpable” de que Chepina entrara en IBM y, por tanto, de que ella y yo nos conociéramos. ¡Qué giros que da la vida!

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  34. Un fuerte abrazo, Carlos. Adelante, pasito a pasito: una caricia, el calorcito de un rayo de sol, una pequeña brisa, pequeños placeres …. Y para tu esposa, un fuertisimo abrazo. “HAY QUE SEGUIR”

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  35. La Naturaleza es generalmente sabia al trazar nuestros destinos, y en la concepción de la vida no todo son rosas, pues en el camino del día a día algunas veces nos mete por vericuetos nada dulces. Tú nos has relatado un trágico momento de tu vida, ya superado —gracias a Dios, a la Ciencia y a tu tesón— de la mano de Chepina. Todos a una, has salvado la prueba y fuera de vericuetos; el horizonte se vislumbra recto y despejado en esta “prueba superada”. Un abrazo amigo-hermano, ¡remontamos!

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  36. Gracias, amigormano Luis. Efectivamente, no todos son rosas, y hay que saber lidiar con las buena y con las malas, cosa que se hace mucho mejor si se cuenta con una buena compañera.

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  37. Gracias, Hiram. Tal vez sea especial para algo bueno, pero parece serlo también, al menos en la isla donde vivo, para el cáncer y el alzhéimer.

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  38. ¡Hola, Carlos! No sabía nada de esta difícil experiencia que has vivido. Muy difícil. No sabes cuánto me alegra saber que estás bien y sano, y que estuvieses en territorio español con la maravillosa seguridad social y Medicina de allá que, además, es gratuita.
    Deseo que Dios te siga bendiciendo con una salud perfecta y con mi querida Chepina a tu lado, a quien Dios también bendiga.
    Gracias por compartir la información de tu caso. Un cariñoso abrazo con los mejores recuerdos

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  39. Carlos, primero que todo, me alegro que, gracias a Dios, estés bien. Tardé en poner este comentario porque tu escrito tuve que leerlo por partes, al mejor estilo de las series de Netflix. Creo que si escribes una novela te debe salir un best seller con pronóstico de éxito asegurado. Te lo digo en serio.
    De nuevo, me contenta que estés bien, y mis respetos a Chepina, excelente mujer. Un abrazo para ambos.

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  40. Gracias, Luis, por tus buenos deseos. Mi relato dista mucho de ser ficción como las series de Netflix, pues acerca de él vale decir lo de “tan real como la vida misma”. Y en cuanto a escribir una novela, ya escribí «Aquel futuro de mil caminos» que fue presentada aquí en 2015 y no me quedaron ganas de escribir otra. Nuestro cariñoso abrazo para ti y Milagros.

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  41. Ando medio alterada desde ayer cuando leí tu relato. Hace tiempo que no creo en casualidades; te toca vivir mucho más en este ‘paraiso’. Dios es bueno, muy bueno, y te ha bendecido de muchas maneras. Chepina y tú son mis héroes, modelos a imitar. Los quiero muchísimo. A seguir, pues, ¡¡¡que pronto los quiero abrazar!!!

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  42. En nombre de Chepina y en el mío, MIL GRACIAS, ROSITA. Tampoco creo en casualidades, sólo en causalidades y coincidencias. Vamos a ver cuándo podemos darnos ese abrazo, que será fuerte y largo porque el cariño es recíproco.

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  43. Apreciado Carlos, pues ¡qué momentos! Me alegra que todo esté bien. Un abrazo para ti y Chepina

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  44. Carlos, ante todo te felicito por haber hecho el milagro, y a Chepina porque, sin duda, ha estado a la altura de las circunstancias. El amor todo lo puede.
    He leído con mucho interés tu narración y de veras me ha impresionado.
    Felicitaciones nuevamente, y que tu fuerza, el amor y la felicidad te sigan acompañando por siempre.

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  45. Gracias, Hugo, en mi nombre y en el de Chepina. No sé si fue milagro o no, pero el empeño puesto por médicos, amigos, paciente y “enfermera de cabecera 24/7” dio resultados… al menos hasta ahora.

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  46. Carlos, celebro esto que has escrito, pues cumple a cabalidad con los tres fines que te habías propuesto:
    a) guardarlo para poder recordarlo y traer en el futuro los acontecimientos sufridos, ya que el tiempo desgasta y decolora
    b) reconocer la gratitud que merecen recibir los que tanto te ayudaron en esa tarea tan crucial, compleja y delicada, y
    c) servir de estímulo y esperanza para tantas personas que tienen fatalmente que pasar por lo mismo.

    Te felicito, pues son tres fines nobles que sólo una persona decente, con sentido de humano reconocimiento y honradez, logra manifestar.

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  47. Gracias, Juan. Sí, ésos fueron los propósitos que me animaron a publicar este artículo,a pesar del riesgo de que ganara detractores.

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  48. Tu relato, por llamarlo de alguna manera y estupendamente hecho como todo lo que escribes, me ha emocionado.
    Espero verlos pronto.
    Un grande abrazo para ti y Chepina.

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  49. Ahora entiendo muchas cosas, sobre todo algunas de tus respuestas cuando de San Juan a Corpus te llamé por teléfono. Leí tu relato el mismo día que me enviaste el mensaje, pero tengo que volver a leerlo. Creo haber entendido que por lo pronto estás libre del cáncer y que sólo tendrás que hacer la revisión anual. Aprovecha y escribe tus memorias cuando estés bien: eso sí: sentado y sólo lo indispensable. Saludos a Chepina, no hay duda de que debe ser una heroína en tu vida.

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  50. Entendiste bien. Por ahora la revisión es en julio con el oncólogo y en agosto con el cirujano… si no me cambian las fechas. ¿Memorias? No, gracias.

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  51. Mi estimado Carlos, hoy he leído tu relato sobre tu tránsito por el tratamiento del cáncer; no sé por qué no identifiqué anterioridad esta sección de tu blog con. Sin duda lo afrontaste con la decisión que caracterizan tus actos, y me he alegrado mucho de saber de tu curación. La gran lección sobre el estrés me queda en primera línea en la mente. y sé que requiere de un gran esfuerzo para combatirlo. Te envío un fuerte y caluroso abrazo.

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  52. Mi muy estimado y siempre recordado Carlos: quedamos en shock leyendo tu enfrentamiento con el cáncer, y estamos MUY aliviados con el positivo resultado de ese drama. Recibe nuestros mejores deseos y cariños, extensivos a Chepina. Un abrazo.

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  53. Relato muy minucioso y con rigor. Mi alegría y enhorabuena por tan buenas noticias. Entiendo que también la Providencia tiene su particular momento, como fue el que decidieran hacer las maletas y venirse para Canarias. Chapó por los médicos y las atenciones que te dieron. Y la dedicación, controles y menjunjes hechos con el cariño provenientes de Chepina. Un abrazo y hasta siempre, amigo.

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  54. Hola, primo. Ya leí todo tu relato. ¡Madre mía del verbo! Bueno, tuviste suerte al final. Le das un saludo a Chepina. Muchos besos y abrazos

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  55. Caramba, Carlos, ¡qué momentos tan difíciles y largos tuviste que pasar, y qué admirable tu comportamiento ante esta terrible situación!. Es también muy admirable la dedicación de Chepina para que juntos hayan enfrentado todo este proceso doloroso.
    Lo importante es que ya las células cancerosas fueron erradicadas, pues los efectos secundarios de la radioquimio seguro que sabrás soportarlos hasta que duren. Como bien dices, lo importante es que ya estás curado del cáncer.
    Un fuerte abrazo, Carlos, y, por favor, dale otro fuerte a Chepina. Y cuídate como lo estás haciendo.

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  56. Gracias, César. Como ves, este mal trago ya está superado y esperemos que el «bicho» no regrese. Los efectos secundarios han disminuido poco a poco, y esperemos también que tampoco regresen, pues van al ritmo de mejora de 2 pasitos para adelante y 1 para atrás.

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  57. Hola, Carlos.
    Qué impactante el trance por el que has pasado, pero lo importante es que tu odisea ha tenido un final feliz con el apoyo y los cuidados amorosos de tu Penélope.
    No más estrés y, de aquí en adelante, todo lo mejor para ti y para Chepina, junto con toda la familia.
    Rebeca Perli

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  58. Muchas gracias, Rebeca, en mi nombre y en el de Chepina. Lo de no más estrés es mucho pedir porque la sensibilidad a él se hizo crítica en Venezuela y así quedó. Lo que sí debo hacer es evitar en lo posible cualquier situación que pueda generarlo, y a eso me atengo.

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  59. Impresionante tu relato y tu entereza. La pasaron difícil, pero rl Señor es el que rige nuestros destinos y Él sabrá hasta cuándo. Me alegro mucho que el trago amargo esté superado. Ahora, a vivir la vida con mucha entereza al lado de tu excelente compañera. Un fuerte abrazo a los dos. Mi aprecio a ustedes es ENORME.

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  60. ¡¡Vaya!! Pero qué historia tan sorprendente nos has contado. Cuando anunciaste que suspendías tus publicaciones nunca me imaginé que estabas pasando por ese difícil trance. En su lectura ha quedado plasmada tu fortaleza de espíritu y tus ganas de vivir y, por otra parte, la inquebrantable voluntad de Chepina por hacerte llevaderos esos momentos tan molestos, dolorosos y de tanta incertidumbre. De mi parte, va un especial reconocimiento a ambos por tanta valentía y fortaleza. Ahora debemos dar gracias a Dios por que te ha brindado una segunda oportunidad para continuar tus días en buen estado de salud y con la maravillosa compañía de tu angelito de la guarda, ¡Chepina! ¡Amén!

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  61. Muchas gracias, Delia. Creo que tu enfoque es correcto en todo porque encaja con la realidad. Y sí, debo dar y doy gracias por que ese trance malo pasó y, en comparación, lo que aún queda no es gran cosa y va va a menos. Gracias de nuevo y recibe un abrazo de mi parte y de parte de Chepina.

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  62. ¡¡Leí todo y es como haber estado ahí junto a usted!! No lo conozco, y hace un frío tremendo en URUGUAY donde nací y vivo con mi familia esposo e hijos; si estuviera a su lado le daría un gran abrazo. Si Chepina me deja, obvio, Jiji ¡¡Disfrútense!!! Que nuestro Padre Celestial lo siga bendiciendo. ¡¡¡Sin dudas hizo milagros en su época y los sigue haciendo hoy!!!

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  63. Gracias, Marianella. Al momento, Chepina y yo estamos en California, bastante al norte, y el tiempo nos ha tratado bien: temperaturas entre 10 y 19 grados con días muy soleados. Con mi hija y mi nieto, que hoy cumplió 3 años, hemos pasado unos días muy buenos, sobre todo después de los muy malos que me tocaron. Espero que usted disfrute también de su familia a pesar del frío.

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  64. Carlos, he leído dos veces este impactante artículo. Sinceramente, creo que eres una persona muy afortunada por todo lo que la vida, Dios, el Destino, como quieras llamarlo, te ha dado y, sobre todo, por tener esas ganas y esa manera tan peculiar de contarlo. Me cuesta imaginar cómo una persona que se enfrenta a ese fantasma llamado cáncer tiene el tesón de ir anotando síntomas, viajes al hospital, fechas, tipo de máquinas de RM, comidas, tipo de quimio, nombre de los doctores, resultados, etc. y después narrarlos con un estilo muy particular.
    A tus preguntas me atrevo a sumarle una: ¿Te habrá ayudado a superar este difícil momento el solo pensamiento de poder escribir todo el camino andado? Quizás sí, pues tener la mente distraída, dándole forma y fondo a las notas que después se traducirían en el artículo final te alejaba de los malos pensamientos, del pesimismo, de la falta de fuerza para seguir adelante.
    Enhorabuena por haberlo escrito. Estoy segura de que habrás ayudado a más de una persona que atraviesa este difícil camino, y me alegro muchísimo porque, con tu energía, el equipo médico y, por supuesto, con la gran ayuda, dedicación y apoyo de Chepina, le hayas ganado la batalla a ese fantasma. Mis mejores deseos para los dos.
    Un abrazo.

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  65. Ya termié de leer este relato increíble de tu enfermedad, y te diré una cosa que espero sepas perdonarme si te molesta: tienes unos cojones como el burro de Joseíto.

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  66. Don Carlos, cuando leí por primera vez tu «Odisea del cáncer», más que impresionado quedé estupefacto de esa fuerza de voluntad y coraje que, por tu curación y vida misma, desarrollaste de la A a la Z.
    No sé por qué no comenté en ese momento, creo que fue porque lo leí en un celular y me es incómodo escribir en ese teclado. Pero hoy viendo el blog, volví a leerlo, y me interesó tu planificación y resolución para enfrentar esa batalla que ganaste.
    Sólo me queda recordar aquella reflexión de la Sociedad Anticancerosa de Venezuela, en los 60s y 70s., «El cáncer es curable si se diagnostica a tiempo». Claro «Si el sistema de salud está al nivel de las circunstancias» es lo que les faltó decir, y más hoy en día en esta Venezuela que carece de lo mínimo elemental para tratarlo y tener éxito.
    Sólo me resta desear que sigas bien y que tu dieta, aparte de lo que te gusta y permita, incluya muchos jugos de zanahoria al día (con extractor), que es algo que ayuda al organismo a mantenerse sano y libre de muchos intrusos en el intestino.
    Abrazos a ti y a Chepina, tu ángel guardián.

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  67. Gracias, amigo Alberto, por tu comentario y por la recomendación del jugo de zanahoria, tema que trataré con mi ángel guardián.

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  68. ¡¡Qué señor tan verbalmente agotador!!
    Y, aunque me solidarizo con su enfermedad, casi muero a mitad de estar leyendo su experiencia.
    Un paseíto cerca del mar junto a Chepina le vendría muy bien para distraerse y despejar su mente.

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  69. Gracias, Tteyma [¡Qué nombre tan impronunciable! 🙂 ], por leer el artículo y por el consejo del paseo, que no me viene bien porque ocurre que el nivel del mar no le hace gracia a mi presión arterial. Prefiero la montaña.

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  70. Pero no me entendió, caballero. Lo que le intentaba explicar es que no pude terminar de leer su tragedia griega y que morí a mitad. Que tanta innecesaria fluidez verbal terminó por embriagarme; esto me suele pasar con los argentinos que llegan a Canarias y se creen que no tenemos orificios auditivos. En fin….. Ah, y Tteyma no es un nombre es un nick, pero vamos que lo de Chipina 🤔.
    Le felicito por sus sufridos seguidores y espero que esté perdido por la montaña. Me despido velozmente no vaya a ser que me muera otra vez. Saludos cordiales 👍

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  71. Quien no termina la maratón no tiene derecho a opinar sobre ella, sólo sobre sus propias limitaciones. Celebro que al menos alguien siguió mi sugerencia de abortar la lectura si le resultaba intolerable.
    Chepina, no Chipina, es el hipocorístico italiano para Giuseppina (= Josefina).
    Salfybalbú! 🙂

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  72. Que historia tan llena de valor y de aceptacion en momentos tan difíciles como es el diagnóstico de esa enfermedad. Excelente ejemplo a seguir, y gracias a ese ángel a tu lado que te hizo menos pesada esa carga.
    Saludos, Carlos y Chepina, ¡y que la vida siga tratándolos bien!

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  73. Gracias, Violeta. Y sí, ha sido muy valiosa, y sigue siéndolo, la ayuda del «ángel», y espero que la vida nos trate bien mientras podamos disfrutarla. Iguales deseos para ti.

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  74. Carlos, después de tanto tiempo es hoy, Nov 17/2022, que me entero de todo esto. Gracias a Dios es prueba superada, y con tu disposicion positiva, fe, constancia y la ayuda extraordinaria de Chepi saliste de esta pesadilla.
    ¡Un gran abrazo a los 2!

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  75. Gracias, Elena, pero son esta enfermedad no es prudente cantar victoria porque, al menos en mi caso, sigo teniendo revisiones periódicas que continuarán hasta 2024. Si para entonces voy bien, entiendo que habrá sólo tratamiento con medicinas.
    Un abrazo.

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